Hablemos hoy de algo tan insignificante como las letras, esas minúsculas hormiguitas en fila que cada vez más gente pisa sin darse cuenta, cuando no pisotea con indiferencia ortográfica. Además de para WhatsApp o la lista del supermercado, ¿para qué sirve escribir? La escritura nos permite, nada menos, pensar y expresar aquello que hablando no puede ni pensarse ni decirse. Es el reverso de la lectura, por la que accedemos a regiones del pensamiento y la sensibilidad de otros, a lugares que la lengua oral no alcanza. Una novela o un estudio de genética no pueden «decirse», deben ser escritos y leídos. Por tanto, quien habla y escucha, pero jamás escribe ni lee, se convierte en un hemipléjico verbal, se pierde el acceso a la mitad de lo que podemos elaborar con la mente.
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