Seco, directo, recio, sin eco. Así es el sonido de los bollos recién salidos del horno cuando chocan unos con otros. Si aún no lo ha escuchado visite una panadería de madrugada. En una cata ciega costaría distinguir la miga de una magdalena de una boba acabada de salir de la pala de un hornero. Mi abuelo, que venía de una aldea cordobesa con hornos comunales donde se cocía el pan para una semana, jamás entendió que hubiera un reparto por la mañana y otro por la tarde. A partir de ahora el pan recobrará su calidad, al menos sobre el papel legal. Ya no nos podrán vender como artesanas esas chuflas precocinadas y calentadas al momento que duran menos crujientes que el dolor de una viuda casada por conveniencia.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid