Después del largo y sofocante verano, idóneo para alejarse, para desamarrar las ideas en esa saludable inactividad que los filósofos llamaron desaprender, y hasta para olvidarse un poco de todo menos de lo sagrado, el mes de septiembre es siempre un buen momento para intentar empezar de nuevo, quiero decir: para seguir, pero mirando las cosas como si fueran nuevas.
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