Algunas veces creo que vivimos en un pueblo de indiferentes. A los que les da lo mismo Juana que su hermana. No se puede entender tanto nepotismo, tanto aquí mando yo, si no fuera por la apatía generalizada de los vecinos, que han convertido su casa en un refugio y que les importa poco lo que pase de puertas afuera. Les cambian la vía pública adulterando la estética y la historia y les da igual. Se derrocha su dinero sin enterarnos muy bien en qué se gasta y a mí, plin, yo duermo en pikolín. Ese es el gran arma de nuestros administradores públicos, que hagan lo que hagan, o mejor dicho, incluso si no hacen nada, a la mayoría de los mortales le es indiferente.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid