Varios han sido los intentos de las compañías de suministros para convencerme de que abandone las facturas de papel. No lo han conseguido. Ni lo harán. No sé quién es el que las desliza por debajo de mi puerta. Seguro que será alguien de una subcontrata de otra subcontrata. Pero es un sueldo. Le pagarán una mierda, pero con eso puede llevar comida caliente a su casa. Si al menos ofrecieran un descuento por enviarlas por internet, pues bueno, a lo mejor me lo pensaría. Pero no; quieren que renuncie a la carta a cambio de nada. La economía colaborativa empieza por vigilar el trabajo de los demás, para que nadie se quede en el paro. Todos los papeles que entran en mi casa acaban en el contenedor azul del reciclado.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid