Lo que antes era un desolado descampado, entre el final de Rafael Beca y Emilia Pardo Bazán, ahora es un parque. Pensado para los niños, han cambiado la arena por el césped, los matorrales por columpios y toboganes, las piedras por bancos para sentarse. Lo que no ha evolucionado es la mentalidad de ciertos alcalareños para los que sólo sirve el título de esta columna. Da escalofríos pensar que estamos rodeados de ellos. De personas que ensucian el entorno común, la vía pública, nuestros parques y jardines, me imagino que sólo por el hecho de hacer daño. Cada día latas de refrescos, bolsas, botellas… en un parque recién inaugurado. Y no será porque no hay papeleras. No hemos avanzado nada. ¿Cómo se educa en el civismo? ¿Por qué hay gente que disfruta ensuciando lo que no es suyo? ¿Mano dura contra esta plaga que no cesa? ¿Multas o trabajos sociales para los que les cuesta tirar en su sitio la basura?

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid