La enésima ocurrencia de la administración educativa tiene revueltas las salas de profesores, llenándolas de incertidumbre, desautorización y, lo peor, desincentivación del trabajo docente serio y riguroso. La nueva ley educativa, como todas las anteriores, está llena de buenas intenciones y de denominaciones eufónicas. No obstante, como todas las anteriores también, estará lejos de propiciar un cambio significativo real, una solución a las muchas carencias de nuestro sistema educativo. Enumerar las carencias de un sistema no otorga razón ni acierto a quien amontona prescripciones pedagógicas (sin rigor ni solvencia) para solucionarlas. Como en las leyes anteriores, los problemas reales de nuestra educación quedarán intactos, o empeorados.

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Licenciado en Filología Inglesa. Profesor en el I.E.S. Albero.