Una distinción clásica sostiene que el Estado es el aparato burocrático que administra la vida de las personas, mientras que la Nación apela a su entorno histórico y cultural, a sus tradiciones, su lengua o su religión. El Estado es el instrumento que utiliza la Nación para gobernarse a sí misma. Esta es, al menos, la idea que surgió con la Revolución Francesa.
Si esta concepción es correcta, entonces los pueblos que tienen conciencia de ser una Nación, pero carecen de un Estado, no tienen forma de autogobernarse ni, por tanto, de hacer valer los que consideran sus derechos. En la historia reciente este planteamiento ha sido puesto en práctica en más de una ocasión.

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Rafael Ojeda Rivero. Doctor en Medicina. Especialista en Anestesiología y Reanimación, que ha ejercido en el hospital Virgen del Rocío desde enero de 1990. Ha sido vicepresidente del Comité de Ética...