La piscina municipal de San Juan ha cumplido 50 años. A principios de los setenta se convirtió en el equipamiento estrella de los ayuntamientos en los últimos años del desarrollismo en el tardofranquismo. Afloraron en cada pueblo como signo de progreso, dimensionadas para la práctica de la natación, pero con los servicios necesarios para su disfrute en familia. Vino a paliar y solucionar otras prácticas menos seguras y no tan salubres como el baño en un río cada día más turbio, o en las albercas de las huertas tras pago de la correspondiente propina al dueño. Su antecedente más inmediato fue la piscina privada Oromana, ubicada en la finca homónima en el camino de Maestre, donde los más osados se atrevían con las acrobacias desde su trampolín.

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