El gobierno está acorralado por su incapacidad para gestionar, para negociar, para digerir las críticas, para explicar las medidas y los proyectos. Acorralado por su sectarismo y su cobardía. Ana Isabel Jiménez está llevando al gobierno municipal a una deriva peligrosa, a un enfrentamiento constante por todo contra todo. Es tiempo de empatizar, de buscar alianzas y de construir puentes. Pero Jiménez ni quiere ni tiene capacidad para hacerlo. Así lo viene demostrando desde que llegó a la Alcaldía en 2016 tras la dimisión de Antonio Gutiérrez Limones. Además se ha rodeado de un equipo de personas, que salvo contadas excepciones, comparte su misma incapacidad para desarrollar las competencias que les ha delegado en el gobierno.

Ana Isabel Jiménez ha conseguido generar en la oposición y en los representantes sindicales una unanimidad en el rechazo a su gestión que no ha conseguido hasta ahora para sacar adelante su proyecto político. Tras más de dos meses de pandemia, el camino hacia la nueva normalidad se le está haciendo cuesta arriba. Los sindicatos pelean por los derechos laborales de la plantilla municipal, exigen trabajar en condiciones seguras y su gobierno acusa a «algunos sindicatos» de obstaculizar la incorporación de trabajadores municipales. En el plano político la oposición le reclama transparencia en la gestión de la crisis, sin embargo, cada día conocen las novedades a través de los medios de comunicación. Está practicando una forma de gobernar sin dialogar y de forma autoritaria, con la complicidad de Ciudadanos. Prueba de ello es la imposición sin negociación de un plan para la reincorporación de la plantilla al trabajo presencial, rechazado categóricamente por los sindicatos.

Un gobierno con mayoría absoluta, necesita de más diálogo si cabe que uno en minoría. Con 13 votos se vence en una votación, pero no se convence. Para eso hace falta más talante democrático, más humildad para reconocer errores y más actitud de gobernante y no de militante. Y aquí es donde el gobierno de Ana Isabel Jiménez está solo y acorralado porque no ha dedicado ni un solo minuto a cultivar las relaciones con la oposición.

También, la soberbia del poder y un liderazgo fingido impiden a este gobierno asumir críticas, incluso aquellas más inocentes. Desde sus medios de comunicación afines, señalan a FICA, que solo ha pedido que se normalicen a la mayor brevedad los servicios municipales. La Voz de Alcalá no es ajena a esta forma sectaria de gobernar, vetando al medio en las ruedas de prensa y negándole la publicidad institucional por ser un medio crítico y plural. Este mismo modo de operar se aplica en la comisión para relanzar Alcalá, donde solo se admiten a personas y organizaciones afines o poco molestas, dejando a un lado aquellas que alzan la voz en ámbitos que escapan a su control.

El gobierno más caro de la historia de Alcalá, está gestionando la crisis más dura conocida en el último siglo de la peor manera posible: sin diálogo, sin negociación y sin asumir críticas.

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