Las primeras encuestas preguntando por los líderes y lideresas de la política local ya se están realizando. Con el primer año del mandato consumido y con tres ejercicios por delante para las próximas elecciones municipales, se está sondeando a la sociedad civil alcalareña sobre sus gustos y preferencias. Nadie dice esta encuesta es mía. Todos los actores políticos a los que he preguntado por las llamadas telefónicas que algunos vecinos están recibiendo niegan que sus partidos estén detrás. Ni siquiera en un off the record te lo reconocen.
Esta encuesta precoz me lleva a dos reflexiones. La primera es que posiblemente algún partido esté pensando en hacer cambios de cara a los próximos tres años y más vale ir tanteando el terreno con tiempo para que no les pille el toro a última hora. Hay que tener en cuenta que las encuestas no siempre las ganan los mejores candidatos. Quien esté encuestando a la población alcalareña debería saberlo. Resulta paradójico que un partido elija a sus cabezas de lista como si fueran el ganador de un reality show y no por sus capacidades, por su ideología, por su proyecto de ciudad o por su empatía. Vamos, que si tienes que hacer una encuesta para elegir o es que conoces muy poco a los tuyos o no existe un liderazgo que tome decisiones incuestionables. La encuesta más fiable sobre un proyecto político o un candidato siempre es la que se hace a la militancia, pero por este camino se pisa el terreno de la confianza en la democracia interna de la organización, en la que no siempre confían las organizaciones.
La otra pregunta que me hago –y para la que no tengo respuesta– es por qué los partidos necesitan encuestas para desarrollar sus proyectos políticos a tres años vista de las próximas elecciones. La desconexión con la sociedad no se arregla con demoscopia y trajes a medida, sino con reflexión y propuestas transformadoras que lleven a la ciudad a otros escenarios más prósperos. Este sendero es el que conviene transitar en la política local. Sin contaminación ni interferencias nacionales.