Tan antiguo como el hombre es el contacto entre nuestras múltiples lenguas y las huellas que unas dejan en otras, especialmente en el vocabulario, esas palabras que los lingüistas llaman préstamos. En ninguna parte hay «lenguas puras», incontaminadas. En este aspecto, como en casi todo –las costumbres, las religiones, el arte, las creencias– somos producto del mestizaje, del encuentro y de la asimilación de lo diverso. En una simple tostada se congrega lo esencial de nuestra historia y de nuestra lengua: el tronco latino (panem, pan), la confluencia hispanoamericana (tomatl, palabra azteca) y el dilatado contacto con la cultura árabe (azzayt, el aceite). Ninguna de estas tres palabras es más «española» que otra. Las tres proceden por igual de confluencias interculturales.

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Soy filólogo y profesor jubilado de Secundaria. Ejercí muchos años en el «Cristóbal de Monroy». Participé en la reunión fundacional de La Voz de Alcalá y colaboro en este periódico desde 2006....