El diccionario, esa casa común de las palabras, tiene ventanas, miradores desde donde podemos asomarnos y conocer lo que pasa en la calle. Algunas veces vivimos la sensación de no entender algo, incluso de no saber en absoluto lo que ocurre, hasta que damos con la palabra y se hace la luz.

Es como si sólo comprendiésemos aquello que podemos decir. En la vida pública hay gente interesada en que no demos con la palabra, o –como dijo Antonio Machado– no sepamos acertar la mano con la herida. Un pueblo que sabe decir lo que le pasa, y que lo dice, resulta incómodo para el poder. Mentir, ocultar el nombre de las cosas, falsificar el lenguaje, es actualmente un arma destructiva más eficaz que el poder nuclear. Frente a esta política de la mentira sistemática, el periodismo honesto tiene que ser hoy un periodismo desvelador de la palabra.

Pero en esta ventana que abrimos hoy no tenemos el oráculo. No saldrá de aquí ninguna pretensión de verdad absoluta. Simplemente jugaremos a ponernos las palabras en los ojos y mirar al trasluz el tinglado de la farsa. Veo veo. ¿Qué ves? La palabra independentista. ¿Disparamos? Mejor no. Si te fijas, empieza bien: indepen… ¿A quién no le gusta ser o, al menos, creerse independiente? Lo peor es el final, el dentista. Ése no le gusta a nadie. Y lo caro que sale. Mejor no disparemos, no sea que le demos en la parte de delante y nos quedemos con el dentista.

Soy filólogo y profesor jubilado de Secundaria. Ejercí muchos años en el «Cristóbal de Monroy». Participé en la reunión fundacional de La Voz de Alcalá y colaboro en este periódico desde 2006....

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