Su muerte, lo mismo que la de su padre, D. Álvaro Pacheco, acaecida en 1966, marcará un hito en la imparable desaparición de cuanto restaba en pie de Gandul a comienzos del siglo XXI: posada, almazara, cárcel, iglesia, molinos, torre medieval, palacio… sedes de los poderes fácticos del lugar. A la muerte de D. Álvaro, estos edificios se mantenían en aceptable estado de conservación.
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