Claro es que la burocracia europea es un monstruo que legisla sobre todo. Lo cual, necesariamente, conlleva una gran variedad de veredictos diferentes y a veces contradictorios. Solo por esto ya sería necesario cuestionarnos sobre la legislación que emana de Europa. Por ejemplo, a quién sirve y para qué sirve. Pero, por ello también, conviene extremar la prudencia a la hora de usar sus decisiones como argumento de autoridad. No hacerlo, ocurre con frecuencia, aboca a quedar en entredicho y un punto ridículo.

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