A veces, tal vez porque jamás he sentido necesidad alguna de hacer demostración de españolidad, me sorprendo a mí mismo clavando la mirada en la banderita roja y gualda que algún conocido luce en la muñeca del brazo. Porque bandera viene de bando o banda y no hay ninguna que deje indiferente; pero, en tanto que expresión de una identidad nacional construida desde la exclusión, la española expone abiertamente a su portador, quedando a merced de lo que la gente pueda pensar de él. Bien considerado, sin duda, por aquellos que conciben su ostentación como prueba de orgullo nacional; pero en una posición de vulnerabilidad frente a quienes pudieran tacharlo de facha.

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