En las noches iniciales de este verano, todavía agradables, de la mano de un poniente suave, han ido llegando a la altura de los balcones entrecortadas voces de lo que parecían buenos cantes unas veces, rumores de historias comunes culminadas por risas a coro, otras, e incluso, alguna, acelerados ritmos de atropelladas palabras acaparando el escaso frescor atlántico de la noche. Procedían todos estos vientos, cargados de notas y voces distintas, de algún lugar abierto de nuestro Castillo. Y a uno le reconfortaban estos aires sonoros porque en el rumor de sus voces se intuía la alegría de una breve convivencia y porque procedían de una fortaleza paradójicamente inerme y acostumbrada al vacío.
CONTENIDO EXCLUSIVO
Hazte socio por sólo 3 euros al mes. Si eres socio y aún no tienes claves pídelas a socios@lavozdealcala.com.
Si ya eres socio inicia sesión