A mí me da que al Ayuntamiento de Alcalá le han colado una merienda de refugiados. Avisarle de que llegan en torno a cien (no sabemos aún el número exacto) cuatro días antes con un fin de semana por medio, es un gol por toda la escuadra. Porque, no nos engañemos, a nadie le hace gracia tenerlos aquí deambulando sine die (tampoco conocemos cuánto tiempo se van a quedar) por nuestras calles. Así de sencillo y de claro. Que los vecinos se manifiesten delante del hotel que ha hecho su (legítimo) negocio del año, demuestra que la cosa no está tan clara. Porque ¿qué van a hacer 200 solicitantes de asilo durante las 24 horas del día? ¿Les van a formar en trabajos con baja demanda de empleo como agricultores, transportistas o pescadores? ¿En integración cultural y respeto a nuestras leyes? ¿En convivencia? Yo, si no fuera así y me viera en la tesitura de tener que huir de mi país, por razones políticas o económicas, lo primero que haría es apuntarme a un voluntariado. Sería la firme muestra de agradecimiento al país que me acoge y me paga cama y pensión completa. Anda que no hay cosas que hacer. ¿Que qué pienso yo de los refugiados? Que no va a pasar nada malo para la seguridad, pero, si así fuere, hay un responsable: la CEAR, Comisión Española de Ayuda al Refugiado. Esa ONG que recibe millones de euros de nuestros impuestos tendrá algo que decir porque esto no va de impunidad y de que todo el monte es orégano. Al ser inmigrantes ilegales ninguno tiene un certificado de penales, ni siquiera sabemos muchas veces su nacionalidad porque lo primero que hacen es romper su pasaporte. Cuánto nos hubiera gustado más transparencia con este tema. Aunque al exigirla te tachen de ultraderecha y xenófobo.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid