Algunos creerán que soy demasiado crítico con el molino de la Mina, pero después de visto lo visto, está sobrevalorado. Con el dinero que ha costado el ascensor de hierro oxidado para bajar a verlo, las gafas del futuro que no se sabe muy bien para qué están y la pantalla multifuncional de la entrada, creo que es un sobrecoste superfluo. Al principio causó cierta sensación y he llegado a ver hasta cola para visitarlo. Dentro de poco pasará desapercibido y espero que no le ocurra como al mercado que iba a ser la envidia de La Boquería barcelonesa y ahora está dejado de la mano de Dios. Si de verdad interesara nuestro patrimonio molinero, con el presupuesto del de La Mina se hubieran restaurado los de Pelay Correa o el de Cerrajas, que se encuentran en un estado lamentable. O mejor aún, se podría haber puesto en funcionamiento uno de los actuales con una reproducción de todo el mecanismo de molienda.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid