El pasado 3 de diciembre será una fecha difícil de olvidar. Lo que antaño era un suceso intrascendente, llover, se ha convertido en algo extraordinario. El agua corría a mares por las calles de Sevilla. La víspera habíamos decidido visitar, previa inscripción vía telemática, el dolmen de La Pastora en Valencina de la Concepción. Íbamos poco esperanzados. Seguro que con el agua pondrán alguna pega para no verlo –pensamos–. Cuál no sería la sorpresa que en el Museo de Valencina nos estaban esperando y todo fueron facilidades. Primero, tres proyecciones sobre los asentamientos prehistóricos que se cree son de los más importantes del mundo. Cierto es que el único interesante fue el primero, los dos restantes bastante prescindibles. Pero esto se compensó con la visita al museo, donde la guía, lo suficientemente preparada, explicó con todo detalle los yacimientos. Los hornos, la cerámica, el intercambio de materiales con otras culturas, los abalorios de las mujeres hechos con conchas marinas, los enterramientos, los últimos avances en la investigación… Luego vimos el dolmen. Magnífica conservación. Aún parece mentira imaginar cómo hace 5000 años pudieron mover esas piedras de grandes dimensiones.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid