La llegada de septiembre cierra y abre periodos vitales bien diferenciados, agosto es el epítome del verano; excesivo, somero, más relleno de expectativas que de experiencias, más contingente que trascendente. Agosto está preñado de excesos; económicos, gastronómicos, viajeros, indumentarios, decibélicos. Las insufribles canciones del verano, los reencuentros playeros con sus previsibles diálogos, las quejas impostadas (adjetivo «agostí» por antonomasia) por encontrarse a conocidos en el enclave donde veraneas precisamente para ver y ser visto, las clavadas inmisericordes en abrevaderos y chiringos.
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