Estamos rodeados de tanta banalidad que a veces no nos da la vida o las neuronas para discernir lo falaz y banal de lo trascendente y cabal. A veces por complicidad, otras veces por miopía, en ocasiones por desistimiento cobarde o cansado. Esta banalidad implacable se da con prescindible ubicuidad en nuestra vida diaria, en nuestro trabajo…y en nuestra vida política.
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