La especie humana desaparecerá tarde o temprano. No hay en ello nada reprobable. Sobre las personas, a título individual, pienso lo mismo. Aunque anhelamos la inmortalidad movidos por un terror ancestral, la vida eterna podría resultar insufrible. La primera vez que amamos nos abruma el vértigo de un abismo infinito, pero nuestro segundo amor nace lastrado por un presagio de desengaño. Pasa igual con los libros, la música o los viajes. Tarde o temprano nada nos emociona ni nos sorprende, y entonces nada importa.

CONTENIDO EXCLUSIVO

Hazte socio. Si ya lo eres y aún no tienes claves pídelas a socios@lavozdealcala.com

Si ya eres socio inicia sesión

Rafael Ojeda Rivero. Doctor en Medicina. Especialista en Anestesiología y Reanimación, que ha ejercido en el hospital Virgen del Rocío desde enero de 1990. Ha sido vicepresidente del Comité de Ética...