No hace mucho escribía aquí sobre el Estado y la Nación. El primero es la maquinaria administrativa que ejerce el poder e impone el orden; la segunda expresa el sentimiento de pertenencia a una cultura y a un pueblo. El conflicto entre ambos conceptos es antiquísimo.
En el fondo, se trata de decidir cómo una comunidad puede gobernarse a sí misma. Nada resulta, al respecto, más temible que la anarquía. Una sociedad que no respeta un mínimo de reglas básicas está condenada a desaparecer. A falta de una opción mejor, un tirano representa una solución aceptable, un mal menor. Ese es el origen del Estado.
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