En nuestra iconografía local tienen especial relevancia los molinos harineros. Su singularidad funcional generó unas originales volumetrías que respondían al propio ingenio mecánico que albergaba y a la salvaguarda de sus enseres de las crecidas del río. Enclavados en el límite difuso de la orilla, no pasaron desapercibidos a los pintores que en el tren panadero remontaron el cauce desde Sevilla buscando idílicos paisajes. Desde el último tercio del siglo XIX, atrajo a numerosos artistas de toda España y el extranjero, de lo que resultó la fundación de la Escuela de Alcalá de Guadaíra, dentro de la pintura paisajística sevillana, que tuvo continuidad hasta principios del siglo XX, interrumpida con la irrupción de las vanguardias que abrieron otros caminos de exploración artística.
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