El Castillo de Alcalá, como elemento defensivo, es una isla en un promontorio que se alió con los accidentes geográficos naturales del escarpe del alcor y el foso natural que forma el cauce del río, para configurar un recinto amurallado de los más extensos de España. Su implantación buscaba dominar el territorio para anticiparse a las amenazas que pudieran asomar por el horizonte. Cuanto más horizonte controlabas mayor seguridad en el recinto, más tiempo para avisar a sus moradores para que entraran por las distintas puertas.
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