Antonio García Calderón

No los hemos tenido hasta hace poco. Con la excepción del Parque Oromana, no hemos tenido hasta ahora tradición de disfrutar y aprovechar lo público, en nuestro caso los espacios naturales en relación con el río. Nuestra periferia más inmediata estaba estructurada entre grandes fincas de secano y pequeñas explotaciones vinculadas a cultivos intensivos como las huertas del río o las de La Lapa. Todo el campo estaba en carga y su razón de ser era su aprovechamiento agrícola. Existía un equilibrio natural entre lo productivo y la estructura del territorio, lo rústico, que así se empezó a llamar en oposición a lo urbano.

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