Con más o menos esfuerzos y salvando las diferencias socioeconómicas, puedo decir que me da envidia la vida que tenían mis padres con la edad que tengo yo ahora. Sí, tuvieron que emigrar a Cataluña, pero con el sueldo de uno de ellos podían vivir dignamente con un alquiler en un barrio modesto. A los pocos años después de amasarlo lentamente, se permitieron el lujo de volver a nuestra querida Andalucía. Porque ya en aquella época había tontos del haba que ya empezaban con la tabarra de la independencia de las narices, y ya te estaban metiendo el catalán por todo el orto.
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