Las elecciones municipales arrojan un resultado que, como suele pasar, deja a unos contentos y a otros no. Los partidos que consiguen muchos concejales analizan esos resultados subrayando sus méritos y la valía de su proyecto. Los que obtienen menos votos tienden a subrayar los aspectos positivos de la cosecha, apuntar las dificultades encontradas y, con menor frecuencia, hacer autocrítica. Pero todos coinciden en hacer lecturas cortoplacistas, ciñéndose estrictamente a lo electoral y exclusivamente a lo acontecido en las últimas semanas o meses a lo sumo. Y es que más allá de servir para distribuir formalmente la representación institucional, las elecciones sirven al Poder como un ritual que representa la renovación del Orden y que transmite al votante la ilusión de que todo es solucionable dentro del sistema instituido.

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