Era una oscura tarde de otoño. El viento y la lluvia habían golpeado las puertas y ventanas con saña. La calle estaba alfombrada de hojas muertas procedentes de varios árboles que asomaban por encima de la tapia del chalet que había enfrente de mi casa. En la calle sobre las diez de la mañana de pronto se formó un impresionante revuelo. En la calle junto a mi casa se había muerto un hombre.

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