Como si se tratase de un catalán secesionista, el prefijo super- va por los renglones pidiendo la independencia, que en el caso de las palabras consiste en la independencia ortográfica.

Los adolescentes, cuyo corazón es un péndulo inflamado que oscila sin descanso entre lo superguay y lo superchungo, mueren por este prefijo: «Lo pasé super bien» o «mi amiga es súper simpática». Y no sólo ellos. Algunos organismos y la misma prensa, que por naturaleza es escritura pública, difunden este moderno independentismo.

La ONCE organiza un juego al que llama Super Once. Y El Mundo, en la sección de Economía, habla del «súper consumidor fácil», así, con tilde, que parece más decentito. Pues no. Super-, como indica ese guión, no es una palabra sino una parte de ella que aumenta su significado. Escribamos sin miedo superconsumidor, superbién, superrápido.

Para mayor confusión, la vocación independentista de este super- ha creado el sustantivo súper, éste ya sin guión, que es la manera coloquial de decir supermercado y el nombre de una antigua gasolina. De manera que un «súper amable» no es alguien que nos llena de atenciones, sino un supermercado donde nos tratan bien, un mirlo blanco.

En el habla familiar, súper puede usarse también con el significado de estupendo –«este queso es súper»– y hasta el de estupendamente –«lo pasamos súper»–. En resumen, si el lector ha llegado hasta aquí sin aburrirse entenderá que el título de este artículo significa algo así como «excelente supermercado», palabra algo extraña, pero perfectamente correcta.

Soy filólogo y profesor jubilado de Secundaria. Ejercí muchos años en el «Cristóbal de Monroy». Participé en la reunión fundacional de La Voz de Alcalá y colaboro en este periódico desde 2006....

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