El joven visueño Hilario León, antes de llegar a Alcalá recorrió un largo camino. En lugar de ir a aprender el oficio con sus paisanos (los molineros de Alcaudete), decidió hacerlo en San Pedro del Guadaíra y acabarlo con los «Tapizo de Gandul». A Marchenilla llega ya como maestro, dispuesto a dar el salto al molino del Algarrobo, donde acabó convertido en uno de los molineros alcalareños más populares de la última generación. Hasta los de mi generación, al Algarrobo le llamábamos el molino de Hilario.

Ateniéndonos a los datos aportados por los hijos de Hilario, los «Chelitos» debieron estar en San Pedro en dos ocasiones diferentes. La primera, en la década de 1890, como periodo de aprendizaje con el maestro molinero de Alcalá, Félix Hornillo que, por sacar adelante sólo un hijo varón, necesitaba mano de obra complementaria.

Hilario debió ser compañero de aquellos dos jóvenes que dejaron sus nombres grabados a «picaera» en el molino de San Pedro. A finales del año 2000 todavía podían leerse dos grafitis en sendos «jardones», colocados en el azud del molino. En uno de ellos, un tal Antonio, en lugar de poner su apellido, dejó constancia de su apodo: «El Chelito»; en otro, situado muy cerca del anterior, se leía: «Lo izo Joaquín Roldán 1898».

Hilario, Antonio «El Chelito» y Joaquín Roldán debieron aprender con el molinero Félix, pues San Pedro necesitaba mucha mano de obra. El que dos de ellos dejaran sus nombres grabados en «jardones» nos indica que eran muy jóvenes, pues esos grabados solían hacerlos los más nuevos.

Probablemente, a raíz de que hacia 1908 o 1909 la familia de Félix Hornillo deja San Pedro y pasa a Marchenilla, Hilario se decide poner rumbo hacia los molinos de Alcalá.

Francisco López Pérez, maestro de Educación Primaria, licenciado en Geografía e Historia, colaborador habitual en la presa local alcalareña.

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