La endémica penuria económica no quedaba resuelta con sortear el grave problema de pago que cada lunes reaparecía de nuevo. Teníamos que abordar otros gastos ineludibles, tan básicos como los fijos de cada semana, que irían surgiendo a lo largo del año, sin que el jornalero del campo contara con las ayudas de los trabajadores de la industria y el comercio. Había que prevenirlos con antelación para no vernos un día descalzos o en cueros. Las madres sabían mantener un “nido” oculto del que sacar para los gastos en calzado, ropa, médicos…
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