En la tienda de ultramarinos Lara Ramos, en la calle de La Mina, hacíamos el mayor desembolso semanal. Era uno de los comercios del ramo más populares de la época por calidad, precios y proximidad al mercado. La afluencia de clientas era tan numerosa que seis personas atendiendo el mostrador no daban abasto. Había dos mostradores: uno para el público en general y otro reservado a los vendedores de quioscos de golosinas. En ese se agolpaban las estraperlistas con las que habíamos llegado en el tren. A mi madre la consideraban una más entre ellas, lo que le vino muy bien cuando organizó la venta en casa.
El número que sigue a los artículos se refiere al precio en pesetas:
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