Poco más de un año después de su muerte, ocurrida en diciembre de 2016, Félix de Cárdenas recibe en el Museo de Alcalá de Guadaíra el primer homenaje a su legado artístico.
La muestra «Caligrafías de la emoción», que se inauguró el pasado 5 de abril y que se podrá ver hasta el 6 de mayo, supone el primer reconocimiento a un pintor que se caracterizó por bodegones y paisajes; pero que esconde mucho más en su trayectoria.
Eso es lo que pretende demostrar esta exposición que recoge las distintas etapas de Félix de Cárdenas, desde sus inicios vinculados al informalismo hasta sus dibujos o sus incursiones en el grabado.
Nacido en Sevilla en 1950, en el seno de una familia donde no existían antecedentes artísticos, Félix de Cárdenas se aficionó a la pintura en la niñez, cuando se escapaba al Museo de Bellas Artes de Sevilla para contemplar durante horas las obras de Zurbarán, autor al que tendrá como referente durante toda su carrera.
Tras su formación en la Escuela de Bellas Artes, De Cárdenas se trasladó a Barcelona. Allí contactó con el informalismo de Tàpies y con corrientes ideológicas de oposición al franquismo, situándose en posiciones cercanas al maoísmo, que le costaron varias detenciones policiales.
A su regreso a Sevilla, Félix de Cárdenas se consolidaría como uno de los grandes representantes del realismo de su generación, declarándose seguidor de la pintura de Joaquín Sáenz, al que consideraba su maestro.
Esta evolución de Félix de Cárdenas, que se vislumbra en «Caligrafías de la emoción», alcanza mayor profundidad con el complemento de los textos recogidos por Francisco L. González-Camaño, quien ha firmado el libro Conversaciones con Félix de Cárdenas y amigos, editado también por el Museo de Alcalá en la colección «Palabra de pintor»; una obra que refleja la búsqueda constante del pintor, más allá de etiquetas.

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