Es un valor educativo como praxis más que como ideología o filosofía, ya que es imposible llegar a un nivel de sociabilidad entre las personas sin acercarse a la fraternidad. Muy cercano al amor con mayúscula entre los hombres del mensaje cristiano. ¿Cómo conseguir, si no, la paz entre las naciones? ¿la confraternidad laboral o profesional? ¿la violencia de género o étnica? ¿la destrucción de las fronteras? ¿Cómo terminar con los enchufes y privilegios entre conciudadanos y el abandono de las periferias urbanas? ¿Cómo acabar con los guetos en París o con Las tres mil viviendas? ¿O con los bárbaros del futbol? La escuela que debiéramos defender tiene que iniciar esta igualdad y su instrumento imprescindible, la fraternidad desde la primera infancia. La escuela en la práctica seleccionada para ricos, listos o elitistas es eficaz para el sistema neocapitalista, pero no para un futuro avance hacia un Mundo Mejor.

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