Mientras Manolo estaba en el taller, la cancela de la casapuerta permanecía abierta, dejando el paso franco. Pararse a saludarlo, además del encuentro con el siempre sonriente imaginero, ofrecía el atractivo del encuentro seguro con algunos de sus amigos, a los que tanto les gustaba dejar sus preocupaciones cotidianas para hablar de las antigüedades de Alcalá.

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