Tribuna de Juan Alcaide Rubio

Posiblemente la imagen que mejor refleje la extraña sensación, mezcla de aturdimiento y pena, que nos ha envuelto desde que se desató la pandemia sea la de ese niño pequeño que se abalanza con los brazos abiertos hacia la abuela y es frenado en seco como por un resorte de hielo que lo deja braceando en el aire. Así de cruel es el castigo infligido por este virus que nos impide estar a la altura de la inocencia; perversa paradoja que prohíbe abrazar la pureza por peligro de contagio.

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