Por estas fechas, cerca de la Navidad, Papá Opaef, la antigua Arca, llama a la puerta. Nos trae el regalito de la revisión del Catastro.El «error» ese que le colaron al Ayuntamiento y que él, en lugar de defender a sus vecinos, se lo embucha para la hucha. Papá Opaef se viste de cartero de Correos y te hace firmar un recibí para que quede constancia de que te has dado por notificado. Unos, cien euritos, otros cincuenta, el caso es sacar más dinerito de los contribuyentes por un «error» en la valoración de nuestras casas, que suben de manera inversamente proporcional a su precio en el mercado. Cuanto menos valen porque la crisis especulativa se ha llevado su valor por delante, más te aumentan los impuestos. Como ya no saben de donde sacar dinero se les ocurre esta «gracia» navideña. ¿Han mirado, señores políticos, entre los cojines del sofá? A lo mejor se encuentran ustedes un eurillo extraviado o una monedita de 10 céntimos. Y como grano no hace granero pero ayuda al compañero… pues a recaudar. ¿A que se te queda cara de EREs gilipo lo que sigue cuando recoges el presente en la puerta de tu casa? Ay madre mía, que viene el fascismo y se está apoderando de los antiguos cinturones rojos para cambiarlos a verde. Porque no se les olvide: el Ayuntamiento, nuestro Ayuntamiento, si quisiera podría promover una demanda colectiva por esta revisión. Pero no se preocupen, que ni está ni se le espera. Hay que pagar la gran obra municipal de este cuatrienio, la rampa para minusválidos. El que se fue a Madrid de senador a vivir del cuento, digo de la política, un estadista oiga. Un estadista. 

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid