Como de las desgracias ajenas también se aprende, qué gran oportunidad se presenta en Alcalá para tapar las decenas de pozos que siguen abiertos en medio del campo. Ese sería el mensaje que el pequeño Julen de dos años nos manda desde su cielo eterno vía Totalán en Málaga. Aquí, de pozos, galerías y cuevas sabemos más que los ratones de biblioteca y desde los tiempos de los romanos extraíamos agua para darle de beber a Sevilla. Por eso, se le ha tenido un respeto a los pozos, porque en cada casa que se preciara del centro había uno conectado a la galería. Cada pozo lucía su brocal, su tapa de hierro, su gancho con tres o cuatro garfios para recoger el cubo si este se desprendía y hasta su cerrojo para que nadie ajeno a su uso pudiera acceder a él.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid