Cualquier sesión en uno de aquellos cines (allá por 1951, 52, 53…) comenzaba con el «NO-DO», noticiario en blanco y negro de obligada proyección, narrado por una voz masculina inconfundible. A continuación venían los trailers o presentaciones de próximos estrenos, y luego se proyectaban anuncios relacionados con tiendas e industrias locales.
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