Cada día es menos sorprendente la derechización creciente del mundo globalizado. Una hegemonía conservadora que plantea más preguntas que respuestas. Así, por ejemplo, ¿por qué los pobres votan a aquellas opciones políticas que defienden los intereses de los que más tienen?, ¿por qué confían en los verdugos de sus propios derechos y oportunidades? ¿Por qué, en suma, votan a la derecha o la ultraderecha?… No tengo respuestas, ni soy quién para juzgar, pero resulta una estupidez, que, al igual que dispararse en el pie, poco tiene que ver con la política, algo más con la comedia y sobre todo con la psiquiatría de diván lacaniano. Esto último por aquello de la dialéctica del amo y el esclavo, lo cómico es por creer que vaya a cambiar el drama por mucho que el esclavo desee ser amo. La pobreza, al igual que la riqueza, se hereda.

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