Hemos vivido siglos creyendo que, cuando te dolían los riñones, era porque estaban enfermos; o que, cuando tenías placas blancas en la garganta con fiebre, era necesario que tu médico te recetara antibióticos para tu amigdalitis. Hemos vivido creyendo, y todavía seguimos convencidos, de que nuestro cuerpo es como una casa con muchas habitaciones sin puertas de interconexión entre ellas… que, si se ensucian unas, quedan limpias las demás.

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