Las pequeñas gotas de agua en suspensión nos traen aires atlánticos. Entre los pinos nuestros molinos rodeados de niebla son aún más bonitos. El río equilibra esas capas de algodón flotante donde los niños camino de la escuela intentan atraparlas con sus inocentes manos. Todo está como si hubiera llovido. El pavimento de las aceras resbala y los coches pueden incluso patinar cuando las minúsculas partículas de agua se mezclan con el barrillo del albero de nuestras canteras.

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Periodista del diario ABC desde 1989. Alumno becado por el Foreign Office en Londres, fue profesor de Opinión Pública en el Instituto Europeo de Estudios Superiores de Madrid