Por un accidente estúpido –como todos–, hace dos semanas mi mano izquierda, que llevaba un guante de lana impregnado en disolvente, ardió como una tea. Acudí a los servicios de urgencia de Don Paulino. Allí te encuentras con lo mejor y lo peor del ser humano, como la vida misma. Desde el caballero que ve el dolor insufrible de la mano y al que le pides entrar primero y te contesta que él también tiene mucha prisa… para ponerse una inyección, hasta un equipo de sanitarios y médicos que se vuelcan contigo para atenderte y hacer más liviano el sufrimiento.

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