Recuerdo a una compañera del colegio que venía de la Venta de la Liebre, nos hicimos amigas y un día me invitó a su casa. Como mi padre no tenía coche, fue el suyo quien me recogió. Era una tarde calurosa de final de curso. Me llamó la atención lo sucio del coche, y no tuve que preguntarle porque se ve que sintió vergüenza. Ella misma me explicó: «A veces, hay tanto polvo en mi barrio que mira como se nos quedan lo coches». Durante mucho tiempo este hecho lo he recordado como una anécdota. Pasamos la tarde jugando en la calle y me sorprendía ver una enorme fábrica al final de la misma. Le pregunté qué era. Me respondió que una fábrica de cementos muy importante donde su padre trabajaba.

Luego cuando pasaba en autobús por la carretera siempre me fijaba en una enorme montaña de albero con un techado y llamaba mi atención que nunca bajaba de nivel, no imaginaba cómo conseguían meter el albero ahí.

Tantas impresiones en torno a una fábrica pasaron de la anécdota a la cruda realidad el pasado jueves 7 de junio cuando asistí a la conferencia del profesor Paul Connett en el marco de las I Jornadas Alternativas a la incineración de residuos. Allí se nos alertó de los perjuicios que para la salud causan las cementeras y más si estas se destinan a quemar las basuras que generamos. Los millones de toneladas se convertirían en millones de mínimas partículas tóxicas que impregnarían el ambiente y todo lo que hay en él, sea animal, vegetal o humano.

Lo mejor de todo el análisis crítico y fundamentado que se nos ofreció fue la muestra de ejemplos reales de ciudades como San Francisco que ha conseguido reutilizar toda la basura generada a través de un sistema que implica a los restaurantes que la compostan y es convertida en abono para los campos de la ciudad, a los ciudadanos que la clasifican y a empresas que reciclan y reutilizan ropa, mobiliario o accesorios en un gran mercado de segunda mano donde trabajan miles de personas, dando nueva vida a los objetos desechados. Más personas de las que trabajarían en la cementera alcalareña si se convirtiera en el gran basurero que pretenden y unos beneficios económicos que quedarían en la localidad.

Mi amiga murió de cáncer cuando aún no había acabado su carrera, nunca supe por qué. Aquel día, su padre no pudo explicarme. Ahora tengo razones para saberlo.

Pocos políticos locales asistieron al acto, y pocos asisten a otros actos que se organizan en Alcalá y que son fundamentales para el desarrollo local. Andan en su ignorancia perenne.

María del Águila Barrios nace en una casa de vecinos de la calle Sánchez Perrier. Siempre interesada por Alcalá es gracias a sus amigos Lauro y Olga por lo que se decide a colaborar en La Voz de Alcalá....

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