Muchas personas son críticas con los políticos profesionales. Piensan que la política no debería ser un modo de ganarse la vida, sino una actividad desempeñada de forma temporal por ciudadanos que tienen otras profesiones a las que volverían pasado un tiempo. Algunos representantes de la llamada «nueva política» afirman, en efecto, que ese es su caso, pretendiendo de este modo ofrecer una imagen de honestidad ante la sociedad. 

Pero esta idea carece de fundamento. Se basa en presupuestos ingenuos sobre la naturaleza humana y el desempeño de cualquier actividad compleja. Sin duda es bueno haber ejercido alguna otra profesión antes de la política, pero este requisito no es indispensable. Tal vez haber estado enfermo ayude a ser buen médico, pero existen médicos excelentes perfectamente sanos.

El ejercicio de la política, como el de cualquier actividad compleja, debe ser aprendido, lo que lleva tiempo. Además, requiere poseer habilidades para la negociación, la gestión de conflictos y el análisis de la realidad, así como capacidad para tolerar la frustración y para aceptar un futuro siempre incierto. La mayoría de nosotros no quiere vivir así. Los políticos «aficionados» suelen poseer ideas ingenuas y simplistas sobre la sociedad y las instituciones y, por lo general, confunden sus problemas con los problemas de la mayoría.

Si rechazamos a los políticos profesionales y pensamos que cualquier persona lo haría mejor que ellos, es porque la política actual está plagada de individuos mediocres al servicio de partidos convertidos en estructuras clientelares. Sin altura de miras, sin sustento intelectual, sin proyecto, reclaman el voto mediante técnicas de marketing, por medio de «relatos» manipuladores y cínicos que apelan a las emociones y nos alejan de la verdad y la razón. Esta descripción, válida para cualquiera de nuestros actuales líderes, es la causa del descrédito de la política. El mayor daño que, con su incompetencia, nos está causando esta generación de políticos nefastos, es hacernos confiar en personajes como Trump.

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Rafael Ojeda Rivero. Doctor en Medicina. Especialista en Anestesiología y Reanimación, que ha ejercido en el hospital Virgen del Rocío desde enero de 1990. Ha sido vicepresidente del Comité de Ética...

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