Écrire c’est une certaine façon de vouloir la liberté (J.P. Sartre). Fui a llevar la basura entre dos luces. La tarde estaba templada y quise dar una vuelta a la manzana. Era domingo y no había un alma por la calle. Las puertas estaban cerradas a cal y canto… ¿Y si sale alguien y me da un susto o, si pasa un patinete y me deja caer? No me sentía segura.

Cuando chica vivía en el campo y no temía ni a los alacranes. Al mediodía, con todo el peso de la caló buscaba nidos de alcaudones. Mi madre me llamaba desde lo alto del cerro. Y yo volvía con las manos vacías.

Con seis años fui por primera vez a la escuela. Era muy aplicada y me gustaba leer. Gracias a que nos dieron una beca a mi hermano y a mí, pudimos irnos a estudiar fuera. Mis hermanos mayores ayudaban en el campo y, cuando nos vinimos a la ciudad, se colocaron en fábricas o almacenes de aceituna. Nosotros pudimos seguir estudiando.

Toda mi vida de estudiante ha sido un combate: en mi casa, en la calle, en el trabajo. Mi hermano y yo íbamos al mismo instituto y estábamos en el mismo curso, sin embargo, yo tenía que colaborar en las faenas de la casa mientras él disponía de tiempo para jugar.
Yo estudiaba por las noches, casi siempre a escondidas porque decían que no hacía nada.
He trabajado de maestra en varios pueblos de la provincia de Sevilla y por suerte nunca he tenido que dormir fuera, pero he pasado mucho tiempo en la carretera.

«Toda mi vida de estudiante ha sido un combate: en mi casa, en la calle, en el trabajo. Mi hermano y yo íbamos al mismo instituto y estábamos en el mismo curso, sin embargo, yo tenía que colaborar en las faenas de la casa mientras él disponía de tiempo para jugar»

En la escuela he tenido que defender mi labor, pues a los compañeros se les tenían más en cuenta sus proyectos y los preferían para los cargos.

En mi casa, mis hijos han tenido una habitación para jugar. Yo compartía una para trabajar y a veces hube de sacar el costurero para que las visitas me vieran hacendosa. ¡No les iba a enseñar los cuadernos de los alumnos!

El fin de semana lo dedicábamos a la casa, la compra y a los hijos. Cualquier curso u actividad fuera del horario laboral era impensable mientras fueron pequeños, aunque hice lo que pude y los llevaba conmigo a cualquier lado.

Me daba mucha rabia no poder hacer cosas por mi cuenta como salir de viaje o dar un paseo sola. Los chicos no se lo plantean. Van y lo hacen.

A veces me siento culpable por intentarlo y otras por no hacerlo. Entonces me pregunto: ¿De verdad yo nací igual?

Una cree arreglar los desperfectos de nuestra vida mediante la escritura y confía en que la Igualdad venga de fábrica.

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....

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