La anécdota acerca de la mujer del César tiene miles de años —al menos, un par de miles— y ha sido origen de la famosa expresión que aún resuena en la esfera pública: «la mujer del César no solo tiene que ser honrada, sino parecerlo». Fue hacia el 62 a. C. cuando, en la Bona Dea, una ceremonia religiosa exclusiva para mujeres, el político Publio Clodio Pulcro se infiltró disfrazado de mujer con la intención de seducir y, probablemente, sobrepasarse con la entonces esposa del César, Pompeya.

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