Hablaba el otro día con mi madre cuando me contó con bastante pena que M, una amiga suya, había muerto. Para usted, estimado lector, más allá de una pérdida humana de alguien desconocido, esto no tiene nada de extraordinario: era una mujer de algo más de 60 años, una muerte más de las más de 600 que cada año se registran en Alcalá. Pero déjeme decirle que M era mucho más.
CONTENIDO EXCLUSIVO
Hazte socio. Si ya lo eres y aún no tienes claves pídelas a [email protected]
Si ya eres socio inicia sesión